miércoles, 17 de diciembre de 2014

La perdición de una sonrisa inocente

He descubierto la belleza en pervertir la inocencia... Esa vergüenza que nace de esconder los deseos más profundos y secretos... esos juegos de adultos que a ella le daban tanto miedo como curiosidad.

Largo tiempo jugueteé con una palabra que pudiera definirme sin estar completamente satisfecho... Las etiquetas son tan pegajosas como poderosas y una vez las llevas, para los ojos del mundo no ven otra posibilidad más allá, yo soy de los que creen que estamos en constante cambio, que nos adaptamos a lo que vivimos... pero sinceramente se que mientras tenga a alguien más pequeño que yo en esencia, en pensamiento, en actitudes... seré DaddyDom.

Pero dejadme contaros como empezó todo esto...

¿Cómo no iba a enamorarme de ella? La culpa la tuvieron esos ojos que sonreían sinceros e inocentes cuando miraban el mundo con su curiosidad... Esos ojos que se quedaron fijos en mi y que me fijaron a su alma con este deseo tan febril de poseerla y cuidarla. Con el cuerpo de una pequeña liebre más esquiva y asustadiza que nadie, su piel era blanca y salpicada de las estrellas del firmamento, y en la oscuridad mis dedos las contarían con infinita paciencia saboreando su hermosura y el sedoso tacto de sus blandas carnes. Su boca era una pequeña fruta madura, del rojo más intenso y destilando dulzura en cada beso que te robaba, me alimentaba de su inocencia y llenaba sus labios de la cálida y avergonzante hiel del deseo. Sus pequeñas manos tocaban el mundo que la rodeaba descubriendo y memorizando entre sus dedos cada pequeño detalle; El tacto de la hierba mojada, el lento discurrir de un arroyo, el vello de mis brazos con el que enredaba cuando se perdía en sus pensamientos... Toda ella me fascinaba, era pura energía y vida, con su pequeño cuerpo y su cálido corazón escondido en su pecho.

Una tarde de otoño caminábamos por el parque, tu nerviosa y yo seguro mientras te hablaba, ibas caminando con tus botas de aguas por aquel estrecho bordillo mientras observabas en el cielo las hojas llover... Mis brazos, estos firmes y seguros brazos te acogieron y tu caída se convirtió en equilibrio y en ese momento, escondida en mi pecho te besé lenta y suavemente. Tus labios temblaron bajo los míos y mientras sus ojos se cerraban abandonándose a aquella dulce sensación, tus pequeñas manos se aferraron a mi cuerpo incapaces de rodearme por completo. En ese preciso instante que congeló el tiempo, oculté tu belleza a ojos del mundo en esta jaula llamada amor y escondí la llave en lo más profundo de mis entrañas donde nadie pudiera encontrarla.

Mi amor por ti es el de la oscuridad sobre la luz, te devoro hasta casi extinguirte, te sientes rebasada, rodeada de mi presencia y de mi deseo, inundada por el lanzándote a complacerlo con tus mejillas arreboladas y la respiración agitada sintiendo tu pequeño sexo palpitar desnudo bajo tu falda... es el de un padre con su hija, te sostengo y te guió, te suelto para que hagas equilibrios sobre la cuerda de la vida mientras te miro de cerca, dispuesto a cogerte en mis brazos cuando caigas a lo más hondo del precipicio.

Mis manos justas corrigen tus acciones sobre mis rodillas en cada azote y limpian las lagrimas bajo tus ojos mientras absorbes mis suaves palabras mezcladas con sal en un mudo y dolido silencio aprendiendo a comportarte como una buena niña.

Disculpas tímidas y suaves, besos húmedos sobre mi barba que te pican haciéndote reír... No puedo evitar esbozar esta gran sonrisa, soy el hombre más afortunado del mundo por tener y cuidar el amor que me da una dulce niña.


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